Mientras en los guetos
intelectuales continua la discusión por la herencia lacaniana, en relación a
sus distintos seminarios, uno de ellos, que plantea “la significación del falo”
pronunciado en 1958, llevado al plano de lo político (suponiendo la existencia
de esta faz, sumada a los planos psicoanalítico y filosófico) representaría la
anuencia, la aceptación, de lo humano, con respecto a las formas de gobierno
que irrumpieron en aquel entonces, donde el poder como tensión (como demanda
inmanente en o de lo colectivo) se obliteraba, en el otro plano, es decir se reconvertía
en un significante político que se presentaba, fálico, turgente, penetrante,
agresivo, invasor; gobiernos autoritarios que reaccionaban a la fantasía de
poder ser castrados, con la impetuosa e irrestricta aplicación de una ley
penal, que en su primera como última ratio, ejercía violencia en todas y cada
una de sus modalidades posibles. En la actualidad, a plena luz de nuestras
complejidades democráticas, el poder desentrañar los nudos (“El complejo de
castración inconsciente tiene una función de nudo”, afirmaba Lacan en la significación
del falo, que más luego citaremos en forma más extensa) que nos propone la faz
política, nos permitiremos el analizar, la cuestión democrática, en donde se
inscriben sus acciones, o sus faltantes, ausencias, obliteraciones entre las
demandas (per se naturales ) y los deseos que surgen como resultantes de la no
totalidad o no concreción de lo demandado. Llamamos a esta faz, psicoanalítica,
que bien podría ser correspondiente al plano simbólico, desde donde se terminan
de inscribir los significantes. Esta es la razón por la que la vagina, como
otrora desde los tiempos de Freud y luego Lacan, funge como el elemento que se
traducirá más luego como el significante democrático, como lo señalábamos al
comienzo, a diferencia de los tiempos políticos incluso de quiénes postularon
al falo como el objeto constituyente de lo normativo, o constitutivo del poder
como de su administración.
La vagina es democrática por
antonomasia. La vagina es abertura, es dolor de parto como pliegues de succión,
es puerta de salida del ser invaginado como puerta de entrada al mundo del
clímax en donde se funde y confunde, placer con satisfacción. La vagina es la
última instancia, el último responso antes del vacío sideral, símil a los
agujeros negro, en donde el tiempo y el espacio, se van de razón, se
tergiversan en la posibilidad de la otra vida, en el más allá de esta vida, que
no debe ser más que el estadio intrauterino del cuál provenimos, en donde no
había nada por demandar, de allí que no existiera el deseo en cuanto tal y por
ende la no facultad de conciencia, mucho menos de deseo.
En la constitución de esto
mismo, es que antes de ser seres deseantes, somos seres demandantes. Al no
poder sernos correspondidas todas y cada una de ellas, esos faltantes,
desajustes o no provisiones, las constituimos en deseos que operan en el plano
de lo filosófico, es decir en lo que puede como no puede ser, en el reino de
las primeras y las últimas causas. El deseo se agrava en complejidad, dado que
al cumplimentarse, deja de ser tal o de operar como deseo, lo mismo sucede con
la filosofía, no puede ser ciencia que determine un campo acotado, ni mucho
menos un ejercicio que cumpla una función específica.
Al no tener, el sujeto
político, es decir el hombre atado al contrato social (entiéndase este como
condicionante, o como sucedáneo de una lógica de amo y esclavo) un resultante
conveniente, convincente, que lo reafirme en su posibilidad de ser todos a la
vez (de aquí surge la igualdad de posibilidades o de oportunidades, como si
fuese un axioma al estilo la prohibición del incesto antropológico) no en el
mismo tiempo claro está, respetando el principio de no contradicción, y
habiendo atravesado la fase del falo, es decir, habiendo transido la consumación
del poder, desde la turgencia peneana de los modos y las formas abusivas y
arbitrarias de los gobiernos pre democráticos, es que ingresamos a esta
viabilidad democrática o vaginal.
Recordemos, en el siguiente
extracto, el texto del que tomamos la referencia: “El falo es el significante
privilegiado de esa marca en que la parte del logos se une al advenimiento del
deseo. Puede decirse que ese significante es escogido como lo más sobresaliente
de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual, a la vez que como
el más simbólico en el sentido literal (tipográfico) de este término, puesto
que equivale allí a la cópula (lógica). Puede decirse también que es por su
turgencia a la imagen del flujo vital en
cuanto pasa a la generación…Digamos que esas relaciones girarán alrededor de un
ser y de un tener que, por referirse a un significante, el falo, tienen el
efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujeto en ese significante,
y por otra parte irrealizar las relaciones que han de significarse” (Lacan,J. “La
significación del falo”. 1958).
A lo largo de la historia,
el sujeto de lo humano, es decir el ser, no decodificado en sus manifestaciones
en los otros planos desde los que habla, dispuso, por citar ejemplos, que la
histeria, etimológicamente, útero, refería solo a una suerte de incapacidad o
problemática, solo atribuible a la mujer, a la misma se le impuso (en muchas
culturas, lamentablemente sigue siendo así) la posibilidad de sus desarrollos
de derechos laborales, cívicos o electorales, en tiempos en donde se escribían
las fases del falo y la significación del mismo.
No es casual, que en todas
las manifestaciones, o quejas o demandas (en verdad deseo de tener una sociedad
o una democracia mejor) existan principios tales como “la revolución será feminista
o no será” y se acompañen acciones del llamado género para luchar desde la
perspectiva de la mujer como nunca antes.
Esto es un claro síntoma, no
un diagnóstico ni la postulación de un tratamiento o del mejor.
En términos claros, no
significa que quién porte vagina, tenga más (como tampoco menos) derechos que
quién no la porte. El significante de la vagina, es que la democracia es una
gran vagina social, plausible de comportamientos histéricos, de aplazar la
concreción, de mostrar sus ambivalencias entre madre y mujer, de estar abierta,
pero no siempre, sino a resguardo de ser comprendida, bien tratada, de lo
contrario, puede cerrarse, volverse frígida, seca, petulante, indiferente y
hasta cruel, como la muerte misma que no deja de ser la misma puerta, esta vez
de salida, como lo fue la de entrada, la vagina de la mujer.
En el plano desde donde
operemos, transitemos, nos obliteren o podamos desandar nuestra experiencia de
lo humano, esta es una válvula, por no decir vulva que nos compensa en todo lo
no correspondido, que nos devuelve la esperanza (que nos transforma en
deseantes), de esa añoranza arquetípica de haberlo tenido todo, en ese mundo
perfecto de lo intrauterino, pero esta vez, con el encanto de la seducción femenina,
de que elegimos, a cada paso que nos va a suceder, como la promesa democrática,
que no tiene solamente perfume, sino que es en su esencia, el sujeto político,
en lógica femenina de nuestros tiempos actuales.
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