Sigmund Freud sostenía que el dinero y las haces eran
equivalente simbólicos. El placer que obtenemos al retener o al largar la
materia fecal, se corresponde con la forma en la que nos manejamos con el uso
del dinero. Si acumulamos, atesoramos, no lo largamos, es en definitiva no
porque tengamos, sino porque no la queremos gastar. La ecuación es sencilla,
rico es en definitiva el que no tiene nada propio. El largar, hacerla circular,
tanto como inversión o gasto, cobra sentido, en toda su dimensión, mediante la traducibilidad,
es decir mediante la cotización que hagamos de los intercambios. Mientras más
consolidado y seguro estemos de lo que hacemos, mas podemos hacerlo valer ante
los otros con los que nos correspondemos en el transitar el intercambio y por
ende de la existencia, ontológica, como colectiva y de mercado. Esto es
básicamente la confianza, de la que hablan los que no la tienen o no la
generan. El día que entendamos o que queramos, que los números nos cierren o se
traduzcan, favorablemente, nos daremos cuenta que más que economistas,
necesitamos personas que piensen en las distintas áreas de gobierno.
Lo propio, lo de uno, más luego, debe ser siempre,
indefectiblemente, validado por un otro. Si yo digo que esto es mío, debe
existir un ámbito para que otros se notifiquen de mi manifestación de
propiedad, hasta para el caso de que la pretendan para sí o me la pidan
prestado. Por lo general el circuito de validaciones, es algo más sofisticado,
o más entretejido que una lisa y llana transferencia. Se nota con excesiva
claridad en el ámbito educativo-profesional. Para ser un doctor en algo, se
necesita haber pasado por cientos de exámenes, haber aprobado la consideración
de tantísimos docentes, más la consabida convivencia con pares, para luego,
tener la legalidad como la legitimidad de cobrar honorarios por una actividad
regulada en el concierto de la comunidad en donde uno se desenvuelva. Ahora
bien, y existen muchos casos por cierto, se puede comprar un título de algo,
que más allá de la encrucijada moral y la acción claramente ilegal, tenga como
finalidad aquello que se expresa siempre de seguir estudiando y no abandonar,
para al menos tener el título colgado, por más que no se trabaje ni se haga
nada más con el mismo. Esta es la acción que define al rico en relación al
dinero. Al acumular, es decir al obtener el título de grado, robando el
espíritu y la finalidad del mismo (es decir comprándolo para atesorarlo) quién
piensa que obtiene algo en verdad desvirtúa el concepto del tener. Es decir lo
violenta, lo cosifica y lo petrifica en una mera transacción que le hace perder
al comprador, como a la compra, la razón de ser de ambos, cómo y por sobre
todo, del intercambio. De aquí que, el rico en el fondo, nunca tiene nada
propio, nada que le haya valido la pena, sino que acumula transacciones para
finalmente para la transacción, es decir no gastar. Para continuar con una
proyección en clave psicoanalítica, podríamos decir que el rico, nunca deja de
ser el niño que guarda los dulces que obtuvo en el cumpleaños, para llevárselo
al significante madre y no consumirlo ni hacer nada mas con esos dulces, que
perpetuar su relación de niño para con esa madre, mostrándoles tales
adquisiciones y ofrendándoselas.
Las relaciones de sentido, adultas y extrapolando, las
comunidades o sus mercados, en donde la traducibilidad, el intercambio, se
encuentra más razonado, genera ámbitos más productivos como ecuánimes.
Es decir ninguna sociedad con altos índices de pobreza y
marginalidad, puede tener o acarrear estos problemas, solamente por variables o
variantes económicas.
Sí los ciudadanos de las aldeas occidentales, en donde las
tormentas económicas, financieras, de tipos de cambio, de recesión, inflación,
estanflación o de cualquier anomalía en términos de administración, piensan,
creen, sienten o se convencen que tales situaciones coyunturales se pueden
solucionar bajo resultantes numéricos, es decir mediante enclaves económicos,
entonces tal aldea, tendrá más que un problema puntual, sino uno conceptual y
de entendimiento pleno. Cualquier suma, que de lo que sea, hará de tal lugar,
un sitio, en los términos que fuese, inviable.
Hasta la reforma protestante la humanidad concebía al dinero
como algo sucio, oscuro, demoníaco. Luego de tal hito, se endioso a lo que era
el vil metal y la traducibilidad, como la acumulación, se constituyeron en
dogmas incuestionables.
Debemos repensar la relación de mierda que tenemos con el
dinero, tanto en el ámbito del lenguaje evidente, como en el estructurado como
tal en el inconsciente. Lo que podríamos hacer mientras tanto, es seguir
escuchando a los que hablan de números, pero sin dejar de comprender que ellos
ven la fotografía, el fenómeno superficial, en definitiva el resultante. Nos
dicen el olor que tiene la mierda, pero no la relación que tenemos y por ende
como mejorarla, para esto están las personas que piensan (llámese
intelectuales, filósofos o como fuese) y estos son los que debieran estar más
en contacto, más a mano, más cercanos con las personas, que votadas por el
pueblo, toman las decisiones que impactan en la comunidad.
Usted podrá retener este pensamiento o hacerlo circular.