lunes, 13 de abril de 2020

Escansión obligatoria.

El término no es usual, pero refiere, de acuerdo, a quién lo puso a rolar con un significado más amplio a: “una puntuación afortunada” (Lacan, J.). Los puntos permiten respirar al texto. Las restricciones impensadas a nuestras libertades más básicas tienen por objeto que se nos garantice la posibilidad de seguir respirando. 

No sabemos que palabras vendrán después de este punto y a parte, ¿largo e inesperado.? No sabemos quiénes tendrán mayores responsabilidades en escribirlas. No sabemos, si tendremos la posibilidad de seguir contando con las palabras. 
No sabemos. En algún punto, equívoco, como fatídico, hemos asociado no saber con no respirar. El quiebre, la ruptura, el disloque de esta conjunción, como de toda, es lo que nos genera tanta zozobra y pavor. 

La escansión es un fenómeno que surge de lo textual, no podemos escandir un asiento contable, en lo numérico los puntos pierden el sentido mismo de su esencia. En verdad, para ciertos contextos el punto en relación, a los números, es señal de multiplicación. Réplicas automáticas y automatizadas, por ende, viralizadas. No se puede poner punto a la ganancia ilimitada (en términos o expresión contable). O tal vez sí, pero no lo hemos intentado o no lo hemos querido. En otro punto equívoco como fatídico, asociamos imposibilidad de cambió o modificación en el campo o en el plano de lo numérico. Las palabras pueden variar en su significante y significado, más el dos siempre seguirá siendo la suma de uno más uno y la resta de seis menos cuatro. 

La espiritualidad apofántica de nuestro logos, del sistema mismo de comunicación, nos habla de las carencias a las que nos sometemos al afirmar que una cosa es tal para al momento mismo, deja de ser tantas cosas. El principio de no contradicción, auspiciando y generando la aceleración ya desatada con el poema de Parménides.
En ese después que nos hará entender, lo que no comprendemos y no aceptamos asumir que no lo sabemos, se juega el destino su azar, ya sin afirmar ni preguntar, teniendo al humano como testigo, como enclave, y como autor, de una obra que la cree suya, como para volver a realizar una escansión. 

Puntuar nuevamente, para que el relato, respiro mediante, resignifique el conjunto de signos y los pueda fundir efectivamente con su contraparte numérica o continúe en su reiterado intento por. 

Cuando el uno deje de ser tal, la multiplicidad no será necesaria para explicar eso otro, que en el afán terminamos transformando a la amorosa búsqueda de la verdad, en la alocada carrera en la que estamos insertos y en la que terminaremos, diluyéndonos, para evitar nuestra condición incierta e indeterminada.

El párrafo finalizó. Tal vez sea el fin también de un capítulo o de la narración. Puede que simplemente un descanso, como tantos más. 

Tenemos eso sí, la posibilidad de que más luego, nos expliquemos más acabadamente, con signos numéricos o lingüísticos, o de los que fuesen para una humanidad más entendida o como la queramos llamar.

Necesitábamos dejar de respirar, o tener más cierta la posibilidad tal, para saber que el otro en cuanto a lo que me complementa, puede ser el peligro que me extermine, en la contradicción tajante, de qué sin su existencia, como reflejo o espejo, ya nada tiene sentido, siquiera el respirar sí no lo puedo escuchar hacer lo mismo lo que para uno, en su desafío múltiple, puede ser tan cotidiano y natural.

Punto.  


Francisco Tomás González Cabañas.