De acuerdo a la escuela de
orientación lacaniana (EOL) en Argentina: “El pase es un dispositivo inventado por Lacan
que se ocupa de investigar qué es el fin de análisis. Esta investigación se
realiza a partir de los testimonios de los analistas que están decididos a
transmitir aquello que el psicoanálisis les ha producido como cambio en la vida
misma, es decir, lo concerniente a lo que queda como saber por un lado, y
aquello que se va a ubicar como lo que no interroga más al sujeto”. La escuela lacaniana de psicoanálisis (ELP)
de España, define al pase de la siguiente manera: “el punto crucial del
dispositivo del pase, es el paso que va de la posición de psicoanalizante a la
de psicoanalista. Dicho de otro modo, se trata de saber qué lleva a alguien a
hacer el trayecto que va del diván –donde dio curso libre a sus asociaciones–
al sillón, donde se hará el destinatario de las demandas surgidas del malestar
de un psicoanalizante. Puesto que no hay un título oficial de psicoanalista,
ese paso depende de una decisión”.
La necesidad de que la
ciudadanía, realice el pase, es decir el paso, de meros y simples representados,
gobernados por la fría letra o disposición de una normativa, legal y
supuestamente legítima, a un estadio, en donde pueda no gobernarse a sí misma
(dado que sería un real-imposible) sino que dotar de sentido, a la
representación y a las facultades que con ella cede, democrática, es ejerciendo
el dispositivo del pase, referenciado en el creado por Lacan para el
psicoanálisis, pero que nosotros los pretendemos instituir en lo democrático.
Salir de la mera condición de
votantes, es el primer paso, la primera acción indubitable que una sociedad que
se pretenda democrática, debe realizar para demostrarse a sí misma, que está
decidida a llevar a cabo el pase democrático, que valga la redundancia
democratizará a la comunidad toda.
Sí para salir del goce, nefasto y
repetitivo, de lo electoral, puro, duro y absoluto, se deben prorrogar
elecciones, no debiera existir problema alguno con ello. Sin embargo desde lo
teorético, se recomienda como camino, salir de lo meramente electoral, por
intermedio de caminos tácticos como optimizar el sentido de una elección, que
nunca es tal en verdad, sino que siempre es un optar condicionado. La elección,
tal como se define lo electoral y lo basal de lo democrático, debe pasar a ser,
la opción electoral, que es en verdad el término que debiera definir, el
comportamiento que tendríamos que asumir ante como constituir los poderes
ejecutivos.
Dado que siempre, alguien está,
se encuentra en el poder, y por disposición lógica, querrar, seguir, cotinuar,
ad infinitum, por la misma persona, por otra, mediante el partido, la ideología
o la doctrina, la opción electoral, debe brindar, contundente y manifiestamente,
esta posición al ciudadano. Que elija en primera instancia, y como condición
sine qua non, sí pretende o no, que el
oficialismo al mando, continúe en el gobierno del ejecutivo en cuestión.
Ninguna aldea que se precie de democrática, podrá anteponer la galimatías de la
libertad política o lo que fuera, para imponer la trampa, de que supuestamente
se puede elegir a quién uno desee para que nos gobierne. El poder no sólo que
tiene sus límites, sino más que nada, que los define, los impone, los
determina. El poder, solamente podrá ser dimensionado, más justamente, sí es
que lo reconocemos en su fiereza y
brutalidad. Nada más democrático que el ciudadano de cualquier sitio, antes que
nada, vote, por sí o por no en la continuidad de quiénes lo gobiernan. Sí la
mayoría se expresa por un una continuidad, el dilema se habrá resuelto, más que
democráticamente, caso contrario, se arbitrara, solo en tal caso, una segunda
elección, en donde ya no participará el oficialismo ni en la persona que antes
se propuso, ni en el partido. En ese segundo movimiento, el ciudadano, deberá optar,
entre los opositores, a través del sistema electoral que cada distrito lo
determine, respetando la no participación del oficialismo perdidoso en esta
segunda instancia.
Para la constitución del poder
legislativo, se propone en este cartel de pase, siguiendo la referencia del
pase lacaniano, la conformación de los votos “anticipado y compensatorio”, que
determinan, aspectos que no orbitan en la actualidad y que consideramos
esenciales para una realidad democrática, en donde el ciudadano vea
implementado esto mismo como valor político en su vida cotidiana. El voto
anticipado es un desarrollo teórico que hemos brindado en su oportunidad,
destinado a quebrar la línea de tiempo ortodoxa entre el representante y el
representado. Es decir, mediante este ariete, el votante, podrá mucho tiempo
antes, otorgarle su apoyo político, la suscripción del acuerdo de cederle su
poder real, a quién lo representará. No debe ser solamente, menos en tiempos en
donde nos podemos organizar tecnológicamente más eficientemente, a través de la
vieja usanza de emitir el sufragio en un día y hora determinado por el poder
electoral o electoralista. Todos aquellos que por las razones que fueran,
quieran demostrar su apoyo, el ceder su representación y la facultad de
legislar, a los que se postulen, lo podrán
hacer en el momento que deseen y este apoyo (es decir el voto
matemático) será computado en el momento sí, acabo y expreso de lo electoral
(el día de la elección) esto no variará, pero lo otro sí. El ciudadano, que así
lo desee, podrá votar en el momento que quiera y su voto, su cesión de
representación y de facultad legislativa, se c0mputará en el tiempo
determinado y clásico de la elección o
de lo electoral. Que el tiempo, pueda ser jugado a favor para la perspectiva
del ciudadano, es sin dudad un pase democrático en la noción de la
representatividad de la política. El voto compensatorio, también funge como
cartel de pase, dado que habilitará a los que menos posibilidades tengan
(económicas y de vida) a ser compensados en la arena política, en donde las
decisiones de toda naturaleza se llevan a cabo, sin pruritos y como prioridad.
Es decir, el pobre, el marginal, una vez compensado por el estado, por el poder
constituido, haciendo que el voto de aquel valga el triple o el cuádruple de alguien
que no es pobre o no está en tal condición, hará que al habérsele empoderado,
no tenga que reclamar que se lo saque de tal condición. Es decir sí el pobre
sigue siendo pobre, pese a que su voto valga (está es la noción del voto
compensatorio) cuatro veces el voto de uno que no es pobre, el problema de la
pobreza, ya pasará a ser más individual que colectivo, más económico que
político y el estado y el poder, constituido e instituido, tendrán mucho menos
que ver con ello, o al menos ya habrán hecho, no sabemos sí lo suficiente, pero
sí significativamente más, de lo que hoy se hace, sin la existencia del voto
compensatorio o de esta alternativa como pase de lo democrático.
Finalmente, el tercer paso, del
pase que proponemos, es que el ciudadano asuma que no podrá tener nunca un
poder judicial, ni independiente del poder político, ni mucho menos
democrático. Se debiera poner en suspenso, en epojé husserliana, todas y cada
una de las llamadas causas políticas, a iniciarse o a resolverse, como mínimo tres
meses antes cada elección, a los efectos de desinflamar la perspectiva de
criminalización política que siempre termina insuflando el sistema mismo para
sí, bajo la argucia, o el fantasma institucional de que pretende algún tipo o
de grado de justicia, cuando en verdad lo único que realiza es una operación
política para una determinada facción partidaria o partidocrática en perjuicio
de otra.
Este poder debe salir del
encierro, pase mediante del ciudadano al que lo sometieron los especialistas en
derecho, que como todos los especialistas a lo sumo debieran estar en los
claustros, cerrados, pero en forma, testimonial en la institución de todo un
poder, que termina por ocluirse en su posibilidad de brindar un servicio
esencial, ante el desaguisado que actualmente propone, de marchas y
contramarchas, de escritos y solicitudes, mayoría de la cuáles, el tiempo las
fustiga al brindarles la indiferencia de su olvido. Tal vez la mejor manera, de resolver la cuestión
de la parcialidad de la justicia y de la independencia del poder político, es
que la conformen principalmente, los que pierdan (o los segundos inmediatos en
una elección o de haber acumulado cantidad de votos en segundo orden de prelación)
la elección (que esperemos se llame opción electoral más luego) a un ejecutivo
y que de tal manera, también tenga un circuito de periodicidad que hoy carece,
en nombre (como el nombre del padre analítico)de esa democracia, que como
creemos, sin esta serie de pases, sólo la tendremos, como la tenemos, únicamente
nominalmente, de traducción y correspondencia irreal o imposible.