martes, 20 de marzo de 2018

Eyaculación, procaz y precoz.



El macho que en la prepotencia de su machismo se siente tal, al encontrar la reacción de la mujer, tras no haberle brindado a ésta el goce (ni que hablar de placer) inmediato de lo sexual, se encuentra desnudo en su condición (fálica como retrógrada) de macho. Deja de ser tal, es decir no logra con el falo ratificarse como hombre y acude, a la violencia para no perder, no ya su condición, sino su existencia que la subsume a una cultural razón de ser, específica y determinada (dador de felicidad, mediante la penetración). La mujer, la mejor elección que toma, es la de no entrar en el juego de la hembra, y la peor decisión que podría tomar, es la de escoger por el hombre, la opción que este debería hacer para dejar de ser macho. Antes que la impotencia, que afecta al hombre por lo general de edad avanzada, y que puede ser resuelta mediante fármaco, el principal problema masculino es, el de contexto civilizatorio mediante, transformarse en un procaz y precoz, que lo haga todo rápido, vertiginoso, amontonado, fatalmente intenso, maquinal, acumulatorio, sea en la cama, en un recinto o en la oficina de gobierno.

Al haber decidido, sí es que realmente tomamos tal decisión, el renunciar a la serenidad para vivir en reflexión y pensamiento, a expensas de recrear, las ficciones más temibles de nuestros temores, que son las que nos conducen a diario, nuestros adictivos grilletes a los que endiosamos y creemos que nos liberan, cuando más nos anulan y nos cercenan en nuestra posibilidad de ser humanos, a dejarnos llevar, como tristes ilusos que van, irremediablemente a la frustración, a en-cementar, blindando, que no es lo mismo que brindar, los acuciantes horrores de los otros, para atacar el síntoma, el sucedáneo y no la causa.
Ocurre en la cama como en el atrio del gobernante. Sí una de las partes, pretende el goce sexual, por separado, no sólo que está violando el acuerdo tácito del encuentro (así incluso se hable o se pague antes por lo contrario) sino que además, está perjudicando, violentando al otro, que como si fuese poco, terminara reaccionando, de alguna u otra manera, devolviendo tal desaprensión al desaprensivo. Eyacular precozmente, es un buen ejemplo, de esta disfuncionalidad que en realidad es mucho más que eso, dado que sale de las sábanas y como actitud llega a los recintos institucionales y a las casa de gobierno.
 Nadie puede desconocer que el atavismo cultural de la imagen del poder se asocia, aún al hombre, confusa como injustamente, pero lo cierto es que el gobernante aún reina en el orden simbólico de muchos “como el que la tiene más larga”, en un claro y palmario ejemplo de lo primitivo y soez de nuestras consideraciones públicas y políticas.
No se trata que estos machos cabríos, hagan de su pene real (lo que tantos escritores narraron en distintos libros, verbigracia “La fiesta del chivo” de Vargas Llosa) los desaguisados machistas que sus procacidades les habiliten, sino de lo que harán con su miembro simbólico, que es ni más ni menos que la lapicera de sus decisiones públicas.
No debe importar el tamaño, ni el color de la lapicera,  sino como la use. La similitud con lo sexual, no tiene una razón metafórica o una necesidad del suscribiente para ratificar una tesis, es lisa y llanamente sentido común. Gobernar es dar lo mejor de uno (el gobernante) como el amante da lo mejor de sí para el otro en la cama o en la intimidad.
Uno de los mayores peligros es que en el afán de hacerlo todo rápido, bien y a la perfección, es caer en la precocidad. En una suerte de cumplimiento de lo dictado, en la parusía de las recetas pre-moldeadas de gobernanza que con tanto y supuesto éxito, terminan de colonizar nuestra imposibilidad de recuperar la serenidad.
En un mismo orden de ideas, en pleno contexto occidental en donde nos hemos amputado la mencionada posibilidad de actuar con serenidad, sí vamos vertiginosa o alocadamente, seguramente vamos a acabarnos y el problema no tiene que ver con la finalidad misma, es decir con terminar acabados, sino de disfrutar el viaje y de al menos dotarlo al mismo de un sentido fuerte y con una valedera como valiosa, significación.
Tanto actuar meramente administrativo, así se trate de obras de infraestructura o de reparto de dádivas, prebendas o asistencialismo, generará que gobernado nunca reconozca el esfuerzo del otro (es decir siempre querrá un polvo más, un encuentro  en donde depositará la expectativa de ser comprendido y acabar a la par, que del goce luego se camine al placer) dado que estará solamente alimentando,  este canal, esta sintonía, este orden. La escenografía, de las democracias occidentales actuales, nos remite al mito de Sísifo con la piedra que cae,  sempiternamente desde lo alto de la montaña, pese a ser levantada y llevada una y otra vez.
A veces cambiar el color de la tinta de la lapicera puede ayudar para lo inmediato (pero nunca es una solución de fondo, todo lo que el marketing, el coach y demás tácticas de rapiña ofrecen a los políticos y por ende a la política), lo cierto es que el ritmo de viajes, inauguraciones, de reuniones, de presencia en fiestas, en redes sociales, debe tener un anclaje en una construcción que contemple a ese otro gobernado, o amado. El gobierno debe estar acendrado en algo más que en la minuta, que en la eyaculación precoz, que ofrecen los especialistas en medios y en comunicación.
La política es esa comarca, esa morada, la cama en donde el gobernante debe dar cuenta de sus mejores artes. El que se hable de cómo generar mayor participación, de brindar y no blindar, un sistema o forma de votación, más claro, más transparente, que se colijan las experiencias de otros (los ex) que hayan gobernado y mediante homenajes lo mejor de cada uno de los tiempos pasados, fungirá como ejercicio pleno de un haber dado amor público y político, que le cambiará o al menos, se irá en la intención, a la mayor cantidad de gente.
Repartir planes, proyectos, power point que vienen digitados de otros lugares (con intereses y beneficios que siempre están fuera del lugar de arraigo), robotizarse en el envío atontado y alocado de gacetillas para cortar cintas que no desatan ningún nudo, es una mera eyaculación precoz, que más temprano que tarde, sino se ofrece más que esto, el amado o gobernado, además de recriminarlo, elegirá a otro (incluso un objeto) que le prometa amor, y que verá con el tiempo sí le cumplió o si se trató de otro mero eyaculador precoz.    
Este finalmente, como proverbial narcisista, al no tener la posibilidad de ver al otro, por ende de interesarse en lo que le pase, o en esforzarse por comprenderlo, dejará un tendal de gobernados, no sólo sin amor, sino también sin dignidad y sin comida. Nada muy diferente a nuestras democracias actuales que minadas, desbordadas de pobres y de pobreza, necesita una cura analítica, en términos de la palabra, de la razón, del logos.


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